Cosas que odio... y una de gallegos
Ayer recibí un e-mail graciosillo, del que os destaco las "cosas que odio" más curiosas:
- Los que señalan su muñeca cuando preguntan por la hora... Ya sé donde está mi reloj, ¿dónde tienes el tuyo? ¿Me señalo yo cuando pregunto donde está el water?
- Los que dicen "siempre está en el último lugar en el que miras". Pues claro. ¿Quién sigue buscando algo después de encontrarlo?
- Los que están viendo una película y dicen "¿has visto eso?". No, he pagado 5 euros para venir al cine y mirar el suelo.
- Los que preguntan "¿puedo preguntarte una cosa?". No me dejas elección, ¿no?
- Cuando algo es "nuevo y mejorado". ¿Cómo? Si es nuevo, no ha habido nada antes. Si ha sido mejorado, ha tenido que haber algo antes.
- Los que dicen "la vida es corta". ¡Vamos hombre! ¡La vida es la cosa más larga para todo el mundo! ¿Qué puedes hacer que sea más largo?
Aunque la palma se la lleva la historia que me envió Bàrbara el viernes, "Una de gallegos":
Explicación
de un albañil gallego a la compañía aseguradora que no comprendía,
debido a la naturaleza de sus lesiones, cómo podía haber ocurrido el
accidente. Este es un caso verídico cuya transcripción fue obtenida de
una copia de archivo de la aseguradora. el caso fue juzagado por el
Tribunal de Primera Instancia de Pontevedra.
Excelentísimos señores:
En
respuesta a su pedido de informaciones adicionales declaro: en el ítem
nº 1 sobre mi participación en los acontecimientos, mencioné: "tratando
de ejecutar la tarea y sin ayuda", como la causa de mi accidente. Me
piden en su carta que dé una declaración más detallada, por lo que
espero que lo que sigue aclare de una vez por todas sus dudas.
Soy
albañil desde hace 10 años. El día del accidente estaba trabajando sin
ayuda, colocando los ladrillos de una pared del sexto piso del edificio
en construcción en esta ciudad. Finalizadas mis tareas, verifiqué que
habían sobrado aproximandamente 250 kilos de ladrillo. En vez de
cargarlos hasta la planta baja a mano, decidí colocarlos en un barril,
y bajarlos con ayuda de una roldana que felizmente se hallaba fijada en
una viga en el techo del sexto piso.
Bajé hatsa la planta baja,
até el barril con una soga y, con la ayuda de la roldana, lo levanté
hasta el sexto piso, atando el extremo de la soga en una columna de la
planta baja. Luego, subí y cargué los ladrillos en el barril. Volví a
la planta baja, desaté la soga, y la agarré con fuerza de modo que los
250 kilos de ladrillos bajasen suavemente (debo indicar que en el ítem
nº 1 de mi declaración a la policía he declarado que mi peso corporal
es de 80 kilos). Sorpresivamente, mis pies se separaron del suelo y
comencé a ascender rápidamente, arrastrado por la soga. Debido al
susto, perdí mi presencia de espíritu e irreflexivamente me aferré más
aún a la soga, mientras ascendía a gran velocidad.
En las
proximidades del tercer piso me encontré con el barril que bajaba a una
velocidad aproximadamente similar a la de mi subida, y me fue imposible
evitar el choque. Creo que allí se produjo la fractura de cráneo.
Continué
subiendo hasta que mis dedos se engancharon dentro de la roldana, lo
que provocó la detención de mi subida y también las quebraduras
múltiples de los dedos y de la muñeca. A esta altura (de los
acontecimientos), ya había recuperado mi presencia de espíritu, y pese
a los dolores continué aferrado a la cuerda. Fue en ese instante que el
barril chocó contar el piso, su fondo se partió, y todos los ladrillos
se desparramaron.
Sin ladrillos, el barril pesaba
aproximadamente 25 kilos. Debido a un principio simplísimo comencé a
descender rápidamente hacia la planta baja. Aproximadamente al pasar
por el tercer piso me encontré con el barril vacío que subía. En el
choque que sobrevino estoy casi seguro se produjeron las fracturas de
tobillos y de la nariz. Este choque felizmente disminuyó la velocidad
de mi caída, de manera que cuando aterricé sobre la montaña de
ladrillos sólo me quebré tres vértebras.
Lamento sin embrago
informar que, cuando me encontraba caído encima de los ladrillos, con
dolores insoportables, sin poder moverme y viendo encima de mi el
barril, perdí nuevamente mi presencia de espíritu y solté la soga.
Debido a que el barril pesaba más que la cuerda, descendió rápidamente
y cayó sobre mis piernas, quebrándoseme las dos tibias.
Esperando haber aclarado definitivamente las causa y el desarrollo de los acontecimientos, me despido atentamente.